Cuidemos de los sueños que forjamos un día,
aquellos que nacieron cuando juntos marchábamos
por calles o senderos
con nuestros uniformes
que fueron ropas únicas
durante mucho tiempo.
¡Tanto que no
teníamos y nada nos faltaba!
Repletas nuestras
almas, nuestras mentes, nosotros,
de lo que nos
convierte en los seres que somos
y no meras semblanzas
de otras bestias.
Así, llenos de noble aliento
y de confianza
en nuevas realidades abríamos
caminos
y hubo luz en el
medio de la sombra;
los vecinos y amigos eran
los compañeros
de una obra común
ansiada, deseada.
El presente era
inicio del futuro
pensado y construido
a manos juntas.
Un sismo, un
maremoto, nos sacudió la tierra.
Nos cayeron encima
los escombros,
huyeron rostros, se
perdió memoria
y una generación
creció entre ruinas,
alzándose del polvo a
la ilusión.
Son otros tiempos y
otras esperanzas,
de realidades mixtas que
se cruzan,
visiones que se
anchan y se estrechan,
se alejan y se
acercan; se confunden
cielos y mares en el
horizonte.
Es la vida, girando,
el movimiento
incansable de seres y
de cosas,
el yin y el yang
antiguo de los chinos,
la dialéctica eterna
del vivir,
la negación que niega
lo negado
para subir un tramo en la espiral.
Rolando López del Amo, 2014